jueves, 30 de agosto de 2012

Entrada namber güan


Cześć !

Con mi primera palabra en polaco inauguro este rinconcito de apuntes y garabatos, al que iré dando vidilla durante el año que pasaré en Varsovia.
Hasta ahora, me parecía lejano lejano, pero ya me queda cerca de un mes para irme, y el mieditis viene a hacerme visitas cada vez más frecuentes. Ya es hora de ir ultimando preparativos, aunque supongo que tardaré todavía un poco, pa’ qué engañarnos, soy Doña estresada, pero también Doña última hora…


Lo primero que hay que tener claro antes de adentrarse en el caótico mundo Erasmus, es que se abre una etapa de montañas de papeles, términos, cartas certificadas, burocracia y quebraderos de cabeza.
Pero bueno, todo eso puede sortearse si uno tiene ganas de irse. Dónde ir, ya es otro cantar, pues entra en juego …¡la diabólica subasta!
Tal vez mi umbral de estresamiento está bastante bajo (los últimos acontecimientos que he vivido me llevan a pensar que sí, ¡pero ya veréis que realmente lo requieren!), pero ver como los posibles destinos iban acabándose fatalmente me puso tan histérica que al oír mi nombre para elegir ciudad, salté del asiento profiriendo un lamentable alarido.
Finalmente pude elegir el destino que más o menos me había entrado por el ojo: ¡Varsovia!  Es tal la vorágine de posibilidades, que uno acaba mareado eligiendo entre uno y otro, buscando convalidaciones y demás…  Los hay más precavidos, pero yo acabé por guiarme por intuición, y esperar a haber elegido para descubrir las asignaturas que podía cursar. Tuve suerte, mucha suerte.  Algunas amigas erasmusiles sólo pueden convalidar  unas cuantas miserables optativas.
En fin, una vez mi destino claro, a cartearse con la universidad polaca, como si de un romance epistolar se tratara. Que si cómo te llamas, que si envíame una foto, que si cuándo te viene bien que vaya a verte…
Lo peor, son las fechas límite. Hay que presionar a la universidad de origen para que no se duerman en los laureles y tengan todos los papeles listos a tiempo. La parsimonia que llevan, al menos la oficina de relaciones internacionales de la UV, es alucinante. Paciencia, paciencia (Patience et longueur de temps. Font plus que force ni que rage…una de las pocas frases que se me ha quedado de un poema que aprendí de pequeña)




Después llega el turno de unas cuantas alegrías: te llega la carta de aceptación en la universidad de destino, el contrato de estudios está insuperable (ver cómo la coordinadora de estudios lo aprueba es un momento de éxtasis inexplicable), confirman tu matrícula de créditos internacionales…

Y luego, pues de nuevo algo de caos y destrucción, que no podía ser todo tan fácil. Hay que gestionar la tarjeta sanitaria, solicitar las becas (a mi me las deniegan todas por una extraña razón que desconozco…debo caerle mal  a todos los señores que conceden becas, vaya usted a saber),  analizar en qué banco meter los dinerillos para la estancia, buscar alojamiento.

Esto último me trae por la calle de la amargura (sí, soy una pupas, pero luego ya no me quejo más, prometido). Al parecer, Varsovia es la única ciudad en el mundo mundial en la que hay escasez de residencias. De verdad que no me lo explico, ¿en serio no tienen ni una cochina plaza en ninguno de los búnkers soviéticos que aparecen en las fotos?
Resulta que cada universidad ofrece unas cuantas. Y si se llenan, pues ale, a la lista de espera (soy una habitual en las listas de espera) y olvídate de buscar por tu cuenta.

Pues finalmente iré una semanilla a un hostalico que se llama Oki Doki (precio y decoración muuuy buenos), mientras hago el curso de polaco -para poder ir a comprar el pan y que no me miren con cara de póker- y buscaré o residencia o algún pisillo agradable para vivir…


Ja vorem…!